Qué buena historia…
Por más que acumulemos y acumulemos dinero, no seremos nada si no hacemos algo con él. Ejemplo de ello son los casos de millonarios como Bill Gates, una de las personas más ricas del mundo, quien se ha preocupado de donar más de 28 mil millones de dólares para invertir en educación, salud y una serie de obras caritativas.
Lamentablemente, también existen personas que tienen una especie de obsesión por acumular, no compartiendo su dinero con nadie, así como aquellas que despilfarran toda su fortuna. Es por eso que cuando encontramos esta historia circulando por internet, quisimos compartirla con ustedes… Si conoces al autor, por favor, no dudes en compartir su nombre con nosotros.
Esta anciana no pudo encontrar una mejor solución a la avaricia de su marido:
¿Que pasaría si tuvieras un marido millonario que al momento de morir no quiere dejarte nada de nada? Eso fue lo que le sucedió a la anciana de nuestra historia. Su marido, que había acumulado una importante cantidad de dinero después de trabajar toda su vida, le hizo prometer que lo enterraría con toda su fortuna: “Escucha, cuando muera quiero ser enterrado con todo mi dinero. Mételo en una caja y colócalo junto a mi en mi ataúd, porque quiero poder llevarlo conmigo en la otra vida”.
Ella, como buena cristiana, le prometió de corazón que lo haría, y así fue… El día del entierro se encontraban todos los familiares y amigos en el cementerio para efectuar la ceremonia.
Cuando terminó la ceremonia, la viuda se levantó y antes de que cerraran la pompa fúnebre, pidió que esperaran un segundo. Ella sacó de su cartera una caja, y con sumo cuidado, la puso dentro del ataúd.
Una amiga de la familia, que sabía de la última voluntad del difunto, se acercó a la vidua y le dijo: “Espero que no estés tan loca como para haber puesto en esa caja todo el dinero de ese viejo tacaño”. La anciana contestó: “Soy una buena mujer y no puedo mentir”. La amiga, totalmente desconcertada, le volvió a insistir: ¿Quieres decir que pusiste todo en ese ataúd? Y la viuda le volvió a contestar que si, que había puesto todo como prometió:
“Primero lo metí en mi cuenta bancaria y luego le extendí un cheque. Puede ir a cobrarlo cuando quiera”.
¡Seamos más generosos y aprendamos a compartir! La tacañería no conduce a nada.
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